domingo, 3 de agosto de 2014

Mi poncho:


Con el tiempo ese espacio que era "solo mio" se estaba volviendo mis pensamientos, dibujos amorfos, ojos por doquier, un orden horrible, en fin era mis pensamientos, pero algo había cambiado. Isabel entraba a su cuarto y algo no estaba bien, escapaba entonces, y era diario el que Isabel detestara ese espacio. Un día se dió cuenta que todo estaba tal y como ella quería, su escritorio donde su escritorio debía estar, su cama donde ella más le gustaba dormir, su armario oculto porque es algo de segundo plano, su cuarto era su cuarto, entonces ella decidió decorarlo con plantas, el verde le sentaba bien a tanto blanco pero... Algo volvia a cambiar. Isa estaba cansada, agotada, pensando solo en dormir y durmio pero en la madrugada algo pasó. Por la ventana entró una corriente de aire fria como comentario ácido de alguien sin expresión e Isa con temor se levanto, su cuerpo tapado por dos sábanas ya no era más que cubos de hielo. Asustada Isabel salió corriendo al lugar donde estaban los ponchos, tomó el primero que vio y lo acomodó amigablemente en su cama, se sonrió con satisfacción y se volvió a dormir, eso si, durmió como si nunca en su vida había provado la delicia de dormir.

Ahora Isabel cada vez que entra a su cuarto, cansada, feliz, triste y/o enojada vé su ponchito y todo vuelve a la normalidad, su cuarto de nuevo es su cuarto, sus emociones de nuevo se vuelven sus emociones, su  cama es su cama y su poncho, por extraño que parezca, la saluda con un abrazo imaginario de paz.

Pero que shuca es Isabel, nunca cambia su poncho... Mentira, cada semana lo lava y por dos días vuelve a pasar el helado relato.